





























¿La fotografía de moda te da dolor de cabeza?
Doble me, double madness es el título de una sesión cargada de energía. Fue brutal ver como Ruslan consiguió duplicar su personalidad para crear una historia sobre miedos llena de locura.
¿Por qué otra vez yo? Esa es la pregunta que le destruye. Y no, no significa que algo haya vuelto a pasarle una vez más. No, esa pregunta es mucho más. Bien podría traducirse por ¿Por qué otro yo?
Una duda nunca viene sola, siempre va de la mano de más como ella. Y más, y más y más. Como un círculo vicioso del que no puedes salir. “¿Dónde estabas? ¿Dónde estabas cuando más daño me hice? Lo sé, estabas justo a mi lado. Tú eras quien me hacía daño. Nosotros lo hicimos.”
Puede parecer imposible. Dos Ruslan. ¿Dos? No, son muchos más. Pero sí, es posible. Igual que con las dudas, los miedos del primero crean al resto. Una noria de emociones en la que a veces estás arriba y otras abajo. En este caso es una noria particular. Unas veces estás abajo y otras más abajo aún.
“No volveré a confiar en ti”, piensa para si mismo. ¿Cómo hacerlo cuando eres tu propio enemigo? El enfrentamiento es inevitable. La lucha será feroz, sí, pero al menos sólo quedará uno. Y qué si el que sobreviva queda malherido. Y qué importa si el resto de su vida sólo son pedazos de un pasado mejor. Al menos, sólo quedará uno.
Ese pasado en el que creía ser alguien. Decían de él que no era una estrella del rock, que era una estrella hecha de rock. Mentiras. Palabras huecas que alimentan el ego. Ni si quiera servían como oxígeno a quien por aquel entonces se ahogaba tras cada escenario. Perdido en lo más profundo del bosque de su temor. ¿De qué le sirvió?
Y al final, un grito en el silencio. Atrapado en su propio eco pide ayuda. La seguridad de uno frente a la cobardía del otro. Lo mucho contra lo poco. Se supone que sólo puede quedar uno. También se suponía que jamás volvería a pasarle y mira: ¿por qué otra vez yo?
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